Cuentos de terror de una banca que agoniza. Autor: Sergio Farras
Todo este entramado ha afectado a los que se han visto engañados por el poder de hechizar de la banca. De las gentes ahorradoras de toda la vida por tener el beneficio cómodo y asegurado, pero que ha acabado siendo frágil como el cristal. Nuestro banco de confianza -el que nos regalaba una vajilla o una mantelería que se descoloreaba con los tiempos-, se les ocurrió otra empresa tan vil como malévola. Y, como no tuvieron bastante con el pelotazo inmobiliario, idearon un plan más mísero para el bien de sus balances. Un propósito perverso y engañoso: las participaciones preferentes, que cómo un tumor maligno ha gangrenado las economías ahorradoras que confiaron en sus aparentes buenas intenciones. Esto de las preferentes huele a decisión meditada y bien cavilada, de administrar bienes ajenos con la inconsciencia del riesgo más siniestro y peor calculado.
Los bancos, arquitectos de esta necedad y disparate, cebaron con embusteras palabras a los pequeños ahorradores, alimentándoles el alma con la gula del beneficio facilón, para luego, dar firma y rúbrica al “contrato” disfrazado de la mentira, de la falacia más tramposa y enturbiada jamás biselada. La avaricia de las entidades bancarias -ángeles y ministros de la codicia- , son como el rabo del diablo; que no tiene fin ni demasiados escrúpulos que les frene en su lucro y ambición desmedida. Para al final, acabar haciendo un festín en su orgía de dineros, donde sucias mentes manejaron con la confusión del títere, que engaña y entretiene con su figura imaginaria, para no acabar explicando muy bien la diferencia entre participación y plazo fijo. Pues las primeras, al no tener el capital garantizado, son difíciles de darles salida en los mercados, aparte de tener muy baja liquidez y ser perpetuas en su condición. O sea; que son, más o menos, el eslabón perdido entre el depósito y las acciones.
Las víctimas de estas llamadas preferentes, esbozadas con rasgos de un perfil trabajador y de clase media tirando para discreta, de familias ahorradoras que disponían alegremente contentos y orgullosos unos cuartos acumulados, con la convicción, de recuperarlos cuando ellos quisieran, viéndose atrapados ahora en esta tela adherente y de poca confianza. Probablemente, la mayoría disponían de un dinero ahorrado fruto del esfuerzo de toda una vida, de las manos más trabajadas y curtidas por la virtud del honrado esfuerzo y de la brega diaria. Y que ahora, después de sentirse, verse y hallándose engañados, ven cojear sus débiles economías como cosa enquistada y atascada, fulminando la vejez a algunos y dejándolos desnudos de calderilla para abajo. Y, sin saber si van a recuperar su dinero en su totalidad, les ofrecen el trueque de lo surrealista y disparatado: la conmutación de sus ahorros en acciones de bancos, que igual, ya no cotizan y son vistos como “Anti-Cristos” de la economía.
Dinero falso cómo el del Monopoly llevan los “Judas” financieros contemporáneos en sus maletines y carteras, rebosados de productos financieros caducados y sospechosos de ruina, para acabar pasando a ser como el papel mojado, que no suele servir para nada. Mientras, los afectados, van en profesión por calles y avenidas dejando a la rabia y al desquite del talión en sus almas afectadas, con un dolor clavado en sus economías ya bastante amputadas. Un dinero, que ahora, flota en el aire despistado de la incertidumbre más dudosa y angustiada. Mientras, los arrepentimientos, están quedando nulos y estériles al reclamar sus ahorros invertidos. Pensando que los bancos y las cajas eran como las hadas que encantan, en gracia de la cual, medio engañaron a unos muchos para beneficio, como es costumbre, de unos pocos.
Y ahora, las entidades financieras, quieren mostrarse como almas inmaculadas y celestiales, revelándose con excusas y evasivas que ya nadie cree. Cómo un cuento inanimado, que se desarrolla en bosques misteriosos por donde se pierden los capitales como por arte de embrujos y misterios arcanos -a los que les suelen llaman también mercados-, para acabar desapareciendo entre el crepúsculo de la penumbra con el dinero apropiado, y no sintiendo las penas ajenas como propias por ser almas de bronce y mezquinas. Pues alineadas han quedado las circunstancias para sus aparentes beneficios, de rescates y salvamentos que han barrido para su propio patio, de unas más que discutibles ayudas que pagamos entre todos, haciendo ellos desprecio y burla de sus clientes y usuarios, contándoles cuentos de acciones y permutas que suelen viajar por el disipado aire. Todo ello, a cambio de sus ahorros y pequeños capitales que tenían guardados como oro en paño.
¿Vale más ser hormiga que cigarra? Pues se conoce que no. Que ya puedes ir guardando lo que hayas ahorrado toda tu vida, que vendrá la cigarra codiciosa y mezquina para quitártelo todo de golpe; de una tacada. Los cuentos y las fábulas se conoce que cambian con los tiempos. E igual, es mejor vivir al día y ser de sibarita y hedonista pensamiento. Hay criaturas que ya sufren al nacer, y su cuna, suele ser de condición obrera y jornalera. Y es entonces, cuando más difícil y duro se hace el camino de la vida que les espera por andar en estos valles transitados de “listillos y aprovechados”. Y pudiendo tranquilamente disponer de unos ahorros al final de la merecida vejez, -que debería ser etapa de tranquilo y plácido recorrido-, para que al final, vengan estos lobos bandoleros de guante blanco a quitarte y a aprenderse de lo que con sudor has molido y rendido durante muchos años. ¡No es justo final del cuento de la vida!
Todo esto ha mostrado la dramaturgia de el uso de la “banca dentro de la banca”, para luego hacer combustión en sus propios negocios y tenderetes de la locura más avinagrada y usurera. Y, si no les sale la cosa bien, se les ayuda con rescates financieros y otras delicatesen sólo para cata de relamidos paladares, normalmente de unos elegidos capitalistas y piratas de los números inmaduros en balances gangrenados que jamás les cuadran.
Este cuento de las preferentes termina trágicamente como algo gore y salvaje. Muy lejos de Cenicientas y Piter Pan de toda la vida. Esto debe de ser un nuevo género de terror de duro “octanaje”. ¡Qué más miedo da el hambre que el tradicional fantasma, muerto viviente o vampiro que puede entrar por nuestras ventanas de noche para dar susto convincente y aprensivo! No conociéndose ser monstruoso, malvado y perverso de cuento de terror que se lleve los cuartos. El alma a los oscuros infiernos, ¡sí! Pero el dinero de nuestros ahorros y las huchas de los niños no suelen tocarlo, porque los entes y fantasmas existenciales tienen oficio y son muy respetuosos con los bienes ajenos. Es una cuestión de ética y deontología bien entendida. Y tan malvados y retorcidos se manifiestan en sus espantos estos financieros, que son capaces de hacer desahucio de una casa encantada o morada de fantasmas y espíritus atormentados si se tercia y les puede dar beneficio. Porque los espectros de los banqueros, no suelen tener límite ni escrúpulos que les frenen en sus terroríficas praxis y métodos de chupar los ahorros de sus clientes y parroquianos. ¡Ríase usted del peludo y desaliñado Hombre Lobo, o del Vampiro que se conforma con sangre descafeinada en tetra brik o chupito de plasma!
El mundo se mueve agitado y girando al revés como un coctel de esencia corrosiva y caústica. Mientras, a los afectados por las participaciones preferentes, los ahorros se les escapan al compás de la injusta imprudencia. Y, en sus gargantas, piden tan anisadamente lo que es simplemente suyo: su dinero. Atormentadas son sus ansiosas madrugadas que se tornan pesadillas para acabar gritando en sueños: “Qué uno más vale actuar como la Virgen del puño cerrado”, para ir pensando en tener el dinero debajo de una baldosa y bien escondido. ¡Se lo juro! Porque igual, después de ésta dolorosa crisis, haya un territorio todavía nunca explorado que todavía nos puede sorprender mucho más. Habrá que esperar y fijarnos con mil ojos en el horizonte que se nos avecina.
Sergio Farras, escritor tremendista.
Fuente:
http://blogs-lectores.lavanguardia.com/el-tremendismo-de-la-vida/preferentes-y-otros-cuentos-que-contar-65096